Claudio Rama
Publicado en el Suplemento Universitario Campus Milenio, jueves 21 de enero, Nº 353, México, DF
Haití sólo podrá salir de su ciclo de pobreza y asistencialismo a partir de una expansión educativa con un fuerte apoyo regional de las universidades latinoamericanas. La Universidad de Haití, transformada como Universidad Estatal de Haití (UEH) en 1960 por el dictador Duvalier, recién accedió a su autonomía posterior a la Constitución de Haití de 1983. La única pública del país, con 20 mil alumnos, es una institución fragmentada en sus 11 entidades (facultades, escuelas e institutos), que funcionan totalmente autónomas, en términos de creación de programas, sedes, acceso, calidad, inclusive reglamentos de elección, etcétera.
Es parte de una estructura de poder basada en una federación de facultades casi sin un poder central real y reducido a meros intentos de coordinación, que ha facilitado los bajos niveles de calidad, y la carencia de políticas comunes y coherentes que requiere toda institución. Se basa además en un modelo gratuito y de altas restricciones al ingreso por medio de sus entidades y un presupuesto público de cubre la casi totalidad de los gastos. Postulan cerca de 30 mil candidatos anualmente, ingresan 3 mil y egresan cerca de 2 mil 200 por año, en su mayoría sin tesis.
Es un modelo con ausencia de estándares de calidad, bajo nivel de formación docente, carente de posgrados, de un sistema de carrera académica al interior de la universidad y donde los profesores de tiempo completo son apenas 10 por ciento de la plantilla docente. Su presupuesto es el más bajo de la región y su gasto por alumno es menos de 400 dólares anuales.
En el marco de este funcionamiento de baja calidad, alta selectividad y carencia de estadísticas e información, se expandió recientemente una educación privada que, aunque diferenciada, en general es de garaje, aun con menores estándares de calidad y sin regulaciones. Es una expansión acelerada, pues no existe una ley de regulación, y aunque el país tiene muy bajos niveles de ingresos per cápita, la selectividad pública es muy alta por los bajos recursos.
Si bien se ha intentado avanzar en marcos normativos de regulación, el sistema político que se construyó para superar a la dictadura es aún muy débil, sin recursos ni claros conocimientos de alternativas, y con fuertes contrapesos y tensiones políticas que dificultan consensos y ámbitos de regulación. La propia balcanización de la UEH también le ha restringido su capacidad de incidir en la regulación nacional y el establecimiento de estándares de calidad para ella misma, y con ello también incidir en el país, dado que en tanto casi la totalidad de sus profesores son de tiempo parcial, casi todos trabajan en un taxi en varias universidades. Los niveles de formación son casi en su totalidad de licenciados con muy poca presencia de profesores con posgrados.
La universidad está comenzando a encarar una reforma, soñando además con expandir el sistema en términos de cobertura, calidad, equidad y eficiencia, agravado por una endémica emigración de profesionales en un continuo drenaje de recursos humanos.
Fuera de la universidad, los gobiernos latinoamericanos se han comenzado a asociar a los destinos de Haití por primera vez en la historia. Hasta hay miles de soldados latinoamericanos con cascos de las Naciones Unidas que cuidan la seguridad y contribuyen a formar cuerpos de seguridad modernos sin los vicios y la política del pasado.
Las universidades de la región tienden a mirarse hacia adentro y a formas meramente protocolares de la solidaridad. ¿No será ocasión y hora de concebir una solidaridad activa y encontrar los mecanismos para que algunas cientos de las 10 mil instituciones de educación superior pongan simplemente una gota de apoyo a Haití, con alguna beca, asistencia técnica o envío de un profesor para contribuir a superar sus debilidades? Debe recordarse bien que Haití fue la madre de la independencia latinoamericana cuando, gracias a tu temprana independencia, regaló barcos y fusiles a Miranda y a Simón Bolívar. Entre todos se puede construir un río de solidaridad y a las universidades les toca su tarea.
* Ex director de la UNESCO / IESALC.
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